Como decíamos el otro día, continuamos nuestro viaje en Lucerna, así que bien de mañana, y tras desayunar algo, nos dirigimos a la parte turística de la ciudad. Lo primero que hicimos fue enterarnos de horarios y funcionamiento de los barcos que van por el lago, comprando unos billetes para un par de horas después, con lo que optamos por dar un paseo por la parte más cercana a la estación y embarcadero.
Lo más cercano era el uno de los lugares más visitados y fotografiados de Suiza, el Kapellbrücke, también incendiado (aunque reconstruido) hace unos años (otra vez, que ya hace siglos sufriría otro incendio que lo recortó bastante, y en vez de reconstruir el puente, acercaron la orilla… ¿ingenieros leperos en Lucerna?). La torre, Wasserturn, es anterior al puente.
Ojo a las escenas de la historia de la ciudad que decoran el interior del Kapellbrücke, lamentablemente, muchas de ellas chamuscadas:
Tras cruzar este puente y pasear un poco por la otra orilla, alcanzamos el otro puente de madera de la ciudad, éste más corto, y volvimos a cruzar el río para dirigirnos al embarcadero.
Con el barco dimos un paseo por el Lago de los Cuatro Cantones que nos encantó, llegamos hasta Vitznau y volvimos, aprovechando para comer en el propio barco.
Éste fue el barco que nos llevó:
Después del barco y aprovechando que habíamos comido temprano, fuimos a conocer gran parte de la ciudad vieja que no nos había dado tiempo de visitar por la mañana, de camino nos encontramos con indicaciones claras y precisas:
También encontramos muchas bonitas postales,
Más iglesias:
Cantidad de tulipanes:
La Iglesia de antes desde dentro, St. Leogard. (no me atrevo a decir que fuera la Catedral)
El impresionante Löwendenkmal, es sobrecogedor:
El ayuntamiento:
El segundo puente de madera, de nuevo.
El Gutsch, hotel:
De aquí fuimos a por el coche, con el que rodeamos el lago de los Cuatro Cantones, lamentablemente, debido al mal tiempo, y a que conducía yo, no hay ninguna foto, intentaré recuperar alguna foto de la cámara de mi padre para ponerla por aquí; fue un acierto dar este paseo, nos encantó.
De vuelta a Lucerna buscamos un sitio donde cenar, el elegido, otro acierto fue el Ristorante Modomio, y quien lo regentaba (lamentablemente no recuerdo su nombre), era un agradable señor, creo que venezolano, que había vivido por medio mundo y hablaba como 7 u 8 idiomas, la cocina, magnífica, muy recomendable, sin duda.
Nuestro viaje ya iba tocando a su fin, al día siguiente volveríamos a Zurich, a dar una vuelta antes de tomar el avión de vuelta, pero, una vez más, eso, será otra historia. Hasta la próxima.
Sinceramente, a mi este tipo de ciudades me parecen la caña. Serán aburridas para vivir como parece que dice todo el mundo que vive en ellas siendo de fuera, pero yo lo voy a probar en algún momento de mi vida, eso lo tengo claro.
Yo sólo digo que el señor éste del restaurante decía que no había delincuencia porque no había paro, así que sí, aburridísima la ciudad. 🙂
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